El 64% de la población mundial cree que los antibióticos pueden utilizarse para el tratamiento de los resfriados y la gripe. Una creencia errónea y preocupante –los antibióticos no tienen ningún efecto sobre los virus, como el de la gripe– a la que también se aúna que un 32% de la población global considera que los antibióticos deben dejar de tomarse cuando se experimenta una mejoría, y no cuando ya ha terminado el tratamiento prescrito por el médico. Así lo muestran los resultados de la encuesta llevada a cabo por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el marco de su I Semana Mundial de Sensibilización sobre los Antibióticos –del 16 al 22 de noviembre– y con la participación de cerca de 10.000 personas de 12 países de todas las zonas del mundo.
Es más; en el caso específico de España, y como alerta el doctor Joaquín Capdevila, médico internista y colaborador del portal tuMédico.es, con motivo de la celebración, este miércoles, 18 de noviembre, del Día Europeo para el Uso Prudente de Antibióticos, “el 30% de los antibióticos que se consumen actualmente se hacen sin prescripción médica”.
Resistencia
La encuesta de la OMS, llevada a cabo en Barbados, China, Egipto, India, Indonesia, México, Nigeria, Rusia, Serbia, Sudáfrica, Sudán y Vietnam, constata la confusión de la población sobre el papel de los antibióticos y las consecuencias derivadas de su mal uso: la aparición de resistencias. Pues si bien el 64% de los encuestados reconocía que las resistencias a antibióticos son un problema que podría afectarlos a ellos y a sus familias, no conocía en qué forma les afectaban o cómo podrían evitarlas.
Concretamente, el 76% de los encuestados cree que las resistencias ocurren cuando el cuerpo se vuelve resistente a los antibióticos; el 66% que si cumplen correctamente con los tratamientos son inmunes ante las infecciones farmacorresistentes; el 44% que las resistencias son un problema exclusivo de las personas que toman antibióticos con regularidad; el 57% que no pueden hacer nada para detener las resistencias; y el 64% que los investigadores resolverán el problema antes de que sea ‘demasiado grave’.
En este contexto, debe tenerse en cuenta que la resistencia a los antibióticos, como recuerda la OMS, “ocurre cuando las bacterias cambian y se vuelven resistentes a los antibióticos usados para tratar las infecciones que ellas causan. El uso excesivo e indebido de los antibióticos aumenta el desarrollo de bacterias resistentes”.
Y asimismo, como alerta su directora general, la doctora Margaret Chan, que “el aumento de la resistencia a los antibióticos es una crisis de salud mundial y, en la actualidad los gobiernos lo reconocen como uno de los principales retos para la salud pública. En todas partes del mundo está llegando a niveles peligrosamente altos. La resistencia a los antibióticos está poniendo en peligro nuestra capacidad para tratar las enfermedades infecciosas y socavando muchos adelantos de la medicina”.
‘Antibióticos: Manejar con cuidado’
El lema escogido para esta I Semana Mundial de Sensibilización sobre los Antibióticos es ‘Antibióticos: Manejar con cuidado’. Y es que si bien la función de los antibióticos es destruir las bacterias, su uso incorrecto “puede provocar que la bacteria sufra mutaciones y sea más fuerte, lo que puede derivar en una resistencia a la medicación y convertir el tratamiento en inútil”, advierte el doctor Capdevila.
Por ello, los profesionales médicos inciden en la necesidad de no automedicarse con antibióticos ni aconsejar a otras personas que lo hagan. Y, apunta el doctor Capdevila, “aunque los signos de la enfermedad hayan desaparecido, debemos seguir el tratamiento prescrito por el médico en cuanto a la dosificación y la duración para evitar crear resistencia y perjudicar a nuestro cuerpo”.
Finalmente, debe también tenerse en cuenta que, como concluye el doctor Capdevila, “es falso que el tratamiento antibiótico sea efectivo frente al virus de la gripe. Los antibióticos actúan sobre las bacterias, no sobre los virus. Además, la toma innecesaria de antibióticos también puede derivar en problemas digestivos como náuseas, vómitos o alteraciones del apetito, problemas neurológicos como mareos o convulsiones, aparición de procesos micóticos, cambios de coloración en los dientes o problemas tendinosos”.