Louis William Wain (Londres, 1860 – St. Albans, 1939) fue un gran artista de vida y obra desconcertantes. Así lo refleja Mr. Wain, el largometraje de Will Sharpe protagonizado por Benedict Cumberbatch, que vuelve a dejar sobre la pantalla una impecable interpretación. Esta vez se transforma en el artista e inventor que fluctuó entre una familia opresiva y un trastorno mental que no le impidió convertirse en un brillante referente a la hora de reflejar a través de la pintura el mundo de la naturaleza y de los gatos.
Tras confesar su admiración por la persona objeto de su película, “he intentado ser fiel a lo realmente acontecido”, el realizador Will Sharpe puntaliza: “En la época en la que vivió Wain la enfermedad mental no se entendía como en la actualidad. En su momento fue diagnosticado de esquizofrenia pero los avances de la ciencia han obligado a reconsiderar aquel diagnóstico y hoy se cree que en realidad padecía síndrome de Asperger o trastorno bipolar. Yo mismo he luchado contra una enfermedad mental en el pasado y esa experiencia personal ha hecho que entienda desde otra perspectiva los pensamientos que Wain transmitía en sus diarios a lo largo de su azarosa vida”.
Inglaterra, 1888. Louis Wain es un insólito artista e ingenioso inventor cuya actividad atrae a las principales publicaciones del momento. Su existencia no resulta nada fácil al verse obligado a compaginar su creatividad con el cuidado y soporte de sus cinco hermanas y su madre.
Sorteando como puede dificultades y estrecheces económicas dos acontecimientos cambiarán su futuro: conocer a Emily, la institutriz de sus hermanas, con la que se casó y fue el amor de su vida; y adoptar a Peter, el gato que inspirará una parte substancial de su arte, aquella que lo ha convertido en un artista muy apreciado.
Ambientada con mimo y sensibilidad, el resultado cinematográfico de esta pasional historia se beneficia claramente del trabajo del director de fotografía Erik Alexander Wilson (Paddington), del diseñador de vestuario ganador del Oscar Michael O’Connor (La duquesa, Jane Eyre), y de la responsable de producción Suzie Davies (Mr. Turner, El espía inglés). Pero por encima de todo Mr. Wain crece ante los ojos del espectador gracias a las interpretaciones, especialmente la de un entrañable Cumberbatch (El poder del perro, 12 años de esclavitud, Doctor Extraño) al que acompañan, también más que convincentes Claire Foy (First Man, The Crown), Andrea Riseborough (Birdman), Toby Jones (El topo), Sofía Di Martino (Loki) y Stacy Martin(Nymphomaniac).
“Es increíble la historia de este artista, apunta el realizador. He intentado captar el mundo a través de sus ojos. A pesar de lo azaroso de su existencia Wain fue una persona alegre y con mucho sentido del humor. Sus obras están cargadas de una emoción muy potente que se centra en el mundo de los gatos, aunque también pintó unos paisajes que son menos conocidos pero muy emocionantes. A lo largo de todo el proyecto hemos intentado capturar su esencia y ser fieles a las luchas que mantuvo en su vida y a ese mensaje de esperanza que a través de sus obras transmitió hasta el final de sus días”.
El artista
Louis William Wain fue el primogénito, único varón, de una acomodada familia londinense que tras la muerte del padre vivió continuamente acosada por las deudas. Tuvo cinco hermanas solteras que condicionaron la vida del artista al ser éste el único en la casa que generaba los ingresos con los que subsistían.
Nacido con labio leporino, por consejo médico Wain no asistió a la escuela hasta cumplidos los diez años. Cuando ya fue inscrito fue un alumno que continuamente se escapaba de las aulas y prefería vagar por Londres realizando pequeños dibujos de lo que veía. Posteriormente ingresó en la West London School of Art, institución de la llegaría a ser profesor, un puesto que, dado su imprevisible carácter, abandonaría al poco tiempo para convertirse en un artista independiente especializado en retratos de animales y escenas campestres.
Pronto su obra llamó la atención lo que le proporcionó trabajo en prestigiosas revistas de la época, como la Illustrated Sporting and Dramatic News y la Illustrated London News.
Pese a la oposición de los suyos y transgrediendo las normas establecidas, a los veintitrés años se casó con Emily Richardson, diez años mayor que él y se trasladó con ella a Hampstead, en el norte de Londres. A los tres años Emily enfermó de cáncer de mama y falleció lo que sumiría al artista en un largo período de desolación.
En la parte final de la enfermedad de su mujer el artista descubriría el tema que definiría su carrera, pues ella fue consolada por Peter, un gato que ambos habían rescatado en la calle una noche lluviosa.
La presencia de Peter animaba a la convaleciente y Louis, para distraerla, comenzó a dibujar bocetos de la mascota en actitudes divertidas, obras que ella le hizo prometer que publicaría. Emily falleció antes de que esto sucediera, pero el destino ya había decidido que ese animal marcaría el futuro del artista y, de hecho, el pelaje blanco y negro de aquel gatito es reconocible en muchas de sus primeras obras.
En 1886 Wain publicó su primer trabajo con gatos humanizados en la edición navideña del Illustrated London News. Por entonces los gatos todavía aparecían a cuatro patas, pero en los años siguientes se irguieron y comenzaron a caminar a dos patas, sonreír, mostrar expresiones faciales muy llamativas y a ir vestidos con ropa humana. Las ilustraciones de Wain reflejaban a los animales tocando instrumentos musicales, tomando el té, jugando a las cartas, pescando, fumando, disfrutando de un concierto en la ópera o charlando amigablemente frente a una acogedora chimenea.
Esos retratos se hicieron muy populares en la Inglaterra victoriana. A lo largo de las tres décadas siguientes Wain trabajó sin descanso. Ilustró más de cien libros para niños, postales, carteles… Su trabajo aparecía en revistas, diarios y periódicos, incluido el Louis Wain Annual publicado de 1901 a 1915, llegando a ser presidente del National Cat Club entre 1898 y 1911.
A pesar de su popularidad, Wain sufrió serias dificultades económicas a lo largo de toda su vida. Ingenuo, fácil de engañar y poco dotado para negociar en el complejo mundo editorial, con frecuencia vendía sus dibujos directamente, sin pedir derechos sobre su reproducción.
Con el tiempo su carácter se fue ensombreciendo. Inicialmente fue diagnosticado de esquizofrenia y aunque ese dictamen hoy está muy cuestionado. En 1924 fue internado en una sección para indigentes del hospital mental de Springfield. Un año más tarde trascendió su situación, lo que provocó la intervención en su defensa del escritor H. G. Wells y el primer ministro Stanley Baldwin que lograron que fuera trasladado al Bethlem Royal Hospital y, en 1930, al Hospital Napsbury cerca de St. Albans, al norte de Londres. Napsbury era una agradable institución en cuyo amplio jardín vagaba una colonia de gatos. Wain continuaría dibujandolos hasta su fallecimiento el 4 de julio de 1939. El artista sería enterrado en el panteón familiar del cementerio católico londinense de St. Mary en Kensal Green.
En la actualidad su amplia obra es muy cotizada por coleccionistas y museos y, lamentablemente, objeto frecuente de falsificaciones. Además de pinturas y dibujos Louis Wain también creó piezas de cerámica.