Bajo el lema ‘¡Igualdad ya!’, hoy jueves, 1 de diciembre, se celebra la 34 edición del Día Mundial del Sida, una efeméride impulsada desde 1988 por el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (ONUSIDA) –y desde 2005 por la organización Campaña Mundial contra el Sida (WAC)– con el propósito de sumar los esfuerzos mundiales en la lucha contra el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), apoyar a las personas que han contraído la infección y recordar a aquellos que, desafortunadamente, han perdido la vida a causa de la misma.

Como explica ONUSIDA, “las desigualdades que perpetúan la pandemia de sida no son inevitables. Por supuesto que podemos abordarlas. En este Día Mundial instamos a todos y cada uno de nosotros a abordar las desigualdades que están frenando el progreso para poner fin al sida. Y es que durante los dos últimos años de la COVID-19 y otras crisis mundiales el progreso contra la pandemia del VIH ha decaído, los recursos se han reducido y, como resultado, hay millones de vidas en riesgo”.

Vidas perdidas

De acuerdo con los últimos datos comunicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), a finales de 2021, año en el que fallecieron cerca de 650.000 personas por enfermedades relacionadas con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) –para un total de 40,1 millones de decesos desde el inicio de la pandemia–, convivían en el planeta en torno a 38,4 millones de personas con VIH. Además, solo en 2020 se produjeron 1,5 millones de nuevas infecciones.

La buena noticia es que ya en el mes de julio la cifra de personas en tratamiento antirretroviral ascendió a 28,7 millones, 1,3 millones más de los registrados el año anterior. De hecho, destaca la OMS, “dado el acceso creciente a la prevención, el diagnóstico, el tratamiento y la atención eficaces del VIH y de las infecciones oportunistas, la infección por el VIH se ha convertido en un problema de salud crónico tratable que permite a las personas que viven con el virus llevar una vida larga y saludable”.

El problema es que la disponibilidad de atención y recursos no es igualitaria en todo el mundo, y transcurridas cuatro décadas de respuesta al VIH, las desigualdades persisten en los servicios más básicos, caso del acceso a las pruebas de detección, el tratamiento y los preservativos, siendo aún mayores en el caso de las nuevas tecnologías

El resultado es que el pasado año la tasa de cobertura de tratamiento antirretroviral se estableció en el 75% en el caso de los adultos y de únicamente un 52% en el caso de los menores con edades comprendidas entre los 0 y los 14 años. De ahí el lema, ‘¡Igualdad ya!’, escogido para este Día Mundial, una llamada a la acción con el que se promueve la puesta en marcha de todas aquellas acciones prácticas necesarias para abordar las desigualdades y ayudar a erradicar la pandemia.

ONUSIDA recuerda que “ya solo tenemos por delante ocho años para alcanzar el objetivo de 2030 de poner fin al sida como amenaza para la salud mundial. Las desigualdades económicas, sociales, culturales y legales deben abordarse con urgencia. En una pandemia, las desigualdades no hacen sino exacerbar el peligro para todos. De hecho, el fin del sida solo puede lograrse si plantamos cara a las desigualdades que lo impulsan. Los líderes mundiales deben actuar con un liderazgo audaz y responsable. Y todos nosotros, desde todos los rincones del mundo, debemos hacer todo lo posible para ayudar también a abordar las desigualdades”.

Concretamente, el Programa  reclama el compromiso del conjunto de la sociedad, muy especialmente de los decisores políticos, para aumentar la disponibilidad, calidad e idoneidad de los servicios para la prevención, detección y tratamiento del VIH; reformar las leyes, políticas y prácticas para abordar el estigma y la exclusión a los que se enfrentan las personas que viven con el VIH; y garantizar el intercambio de tecnología para permitir un acceso igualitario a la mejor ciencia para combatir la infección.

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Winnie Byanyima, directora ejecutiva de ONUSIDA, insiste en su mensaje por el Día Mundial que, “si instauramos la igualdad, lograremos acabar con el sida”. Y es que, como muestra el informe Desigualdes peligrosas publicado por el Programa, son precisamente estas desigualdades de género, entre niños y adultos, y por las que se discrimina a los grupos de población clave –entre otras, las personas homosexuales–, las que impiden que se ponga fin a la pandemia.

A modo de ejemplo, el informe recoge que las mujeres con edades entre los 15 y los 24 años del África subsahariana tienen tres veces más probabilidades de contraer la infección de sus homónimos varones; que la administración global de tratamiento antirretroviral, de un 75% en el caso de los adultos, resulta inferior al 50% en lo que respecta a los menores, lo que provoca que la población infantil aglutine el 15% de todas las muertes relacionadas con el sida cuando solo suponen el 4% de todas las personas con VIH; y que la criminalización de las relaciones sexuales entre personas de un mismo sexo aumenta, y mucho, un riesgo de infección ya de por sí muy elevado: en Sudáfrica, donde estas relaciones son legales, es un 60% mayor que en la población heterosexual, mientras que en Uganda, país en el que son criminalizadas, es un 240% superior.

En definitiva, concluye Byanyima, “es evidente lo que tienen que hacer los líderes mundiales, no cabe duda al respecto. En una sola palabra: igualar. Igualar el acceso a los derechos, igualar el acceso a los servicios, igualar el acceso a la mejor ciencia y a la mejor medicina. Al igualar, no solo estaremos ayudando a los marginados. Estaremos ayudando a todos”.

– A día de hoy, 39 asociaciones de pacientes dedicadas al VIH/sida son ya miembros activos de Somos Pacientes. ¿Y la tuya?