«El envejecimiento o la cronicidad no parecen tanto una amenaza para los sistemas sanitarios, como una oportunidad para resolver problemas de la gestión de la asistencia». Así de contundente se muestra el profesor Álvaro Hidalgo, presidente del Instituto Max Weber y director del Seminario de Investigación en Economía y Salud de la Universidad de Castilla-La Mancha, quien, para apoyar tales declaraciones, alude a las experiencias puestas en marcha en otros países en este sentido y cuyos resultados se traducen en una reducción en la utilización de los recursos sanitarios y, por tanto, del gasto.Tal es el caso de Reino Unido, donde se ha llevado a cabo una experiencia piloto con presupuestos de salud individualizados y asignación personal de recursos sanitarios: «En función de las características basales de los pacientes se les asigna un presupuesto individualizado que éstos gestionan de forma autónoma», explica Hidalgo. Ahora bien, un punto fundamental para que esto se pueda realizar es que el paciente conozca su enfermedad, las alternativas de que dispone para su tratamiento y pueda elegir entre ellas.

Así, el papel que desempeña el paciente pasa de ser pasivo a activo y de corresponsabilización en el cuidado de salud. De esta forma el Paciente Activo puede actuar en tres frentes complementarios: En primer lugar, modificando su estilo de vida e incidiendo en hábitos de vida saludables, con lo que consigue reducir el riesgo de complicaciones y mejorar su calidad de vida a largo plazo; un segundo aspecto sería el compromiso con su tratamiento, mediante una adherencia elevada y una implicación directa en el proceso de revisiones y consultas necesarias para el buen control de su enfermedad crónica; por último, un Paciente Activo e informado puede tomar decisiones para utilizar de forma adecuada los recursos sanitarios.

«La revisión de la literatura pone de manifiesto que un paciente activo resulta eficiente para el sistema sanitario y permite gestionar mucho mejor la comorbilidad (el 35% de las personas con más de 80 años tienen dos o más enfermedades crónicas)», continúa Hidalgo. Y es que casi todos los estudios coinciden que una de las ganancias potenciales más significativas resulta de la prevención de ingresos hospitalarios innecesarios en pacientes complejos.

Del mismo modo, la mayor parte de trabajos señalan que, para que la estrategia del paciente activo consiga ser eficiente, es necesario realizar una gestión integral ya que las experiencias que activan únicamente una intervención (por ejemplo, el control telemático a domicilio o la formación a Pacientes para la autogestión) no logran la eficiencia debida.

La situación en España

Aunque en España se están llevando a cabo diversas experiencias esporádicas para desarrollar aspectos concretos que fomenten la participación activa del paciente , lo cierto es que aún queda mucho camino por recorrer para llegar a iniciativas como la puesta en marcha en Reino Unido.

¿El motivo? Que uno de los pilares básicos de la misma es la información que puede recibir el paciente y, como asevera el profesor Hidalgo, parece complicado que el modelo actual pueda modificarse drásticamente, ya que el acceso a la información está regulado por ley de forma muy explícita (Ley 29/2006, de garantías de uso racional de los medicamentos y productos sanitarios)

Un claro ejemplo y un perfecto ‘banco de pruebas’ para este modelo son los absorbentes. La falta de información, o la desinformación en este caso concreto, genera un mal uso o un uso inadecuado de los mismos, lo que implica un consumo más elevado del deseado en este tipo de productos. Sin información, y sin capacidad de elección, los usuarios del Sistema Sanitario se sienten disociados del mismo, debido a la adjudicación del papel meramente pasivo y dependiente otorgado.  En España, ‘todo para el paciente pero sin el paciente’ se convierte en una máxima.

«Las experiencias que mejores resultados consiguen, tanto en salud como en ahorros, son las integrales y aquellas que dan un presupuesto personalizado al paciente. Por este motivo, no creo que los pacientes se conciencien e involucren únicamente con medidas como las ‘facturas sombra’. Sería conveniente trabajar como experiencia preliminar en un modelo (como los del Reino Unido) y pilotarlo con los absorbentes. No sería difícil realizar un modelo que asignase a cada paciente un presupuesto anual, con límites trimestrales, que garantice su adecuado tratamiento», asegura Hidalgo.

Sin información, no hay verdadera capacidad de elección. Sin capacidad de elección, no hay corresponsabilidad individual. Sin corresponsabilidad individual, no hay ahorros sostenibles en el tiempo. Si nada cambia, no es posible esperar obtener resultados diferentes.

«Sólo un paciente informado puede tomar decisiones adecuadas y convertirse en un verdadero paciente activo. Y para que este paciente activo pueda realmente gestionar su salud necesita tener libertad de elección entre distintas alternativas terapéuticas o diferentes productos sanitarios que se le presentan», concluye Hidalgo.