En Vicente del Bosque (Salamanca, 1950), seleccionador de la española de fútbol, ‘La Roja’ campeona del Mundo, el tópico se cumple y quien lo trate o lo haya tratado, al definirlo, acaba por utilizar términos similares. Aflora, pues, lo de sensato, lo de contenidodialogante que sabe escuchar, lo de socarrón, lo de comprensivo y humilde, lo de responsable y, por supuesto, aquello de «entrañable bonachón». Lo de bonachón sobre todo, una imagen a la que contribuye un físico grande, ancho, de arriba a abajo. Muy grande y alargada la cabeza, los ojos, las manos que mueve de continuo, la sonrisa… el cuerpo todo.

Ese cuerpo le hizo futbolista. Destacó ya en su Salamanca natal desde muy, muy joven. Con los años, el Real Madrid fue, como jugador y entrenador, su casa a lo largo de más de tres décadas y desde 2008 culmina su deslumbrante carrera al frente de un grupo de jugadores que se llama España y que lo ha ganado todo.

En su vitrina personal cuelgan cinco Ligas y cuatro Copas del Rey como jugador del Real Madrid y dos como entrenador, además de una Supercopa de España, otra de Europa, una Copa Intercontinental y dos Copas de Europa… Y en la selección un Mundial y un Campeonato de Europa. ¡Casi nada!

Hijo de un ferroviario, Vicente del Bosque está “felizmente casado desde siempre”, –lo dice y sonríe– y es padre de tres hijos, Vicente, Gema y Álvaro, “que lo suponen todo o casi todo”, –y vuelve a sonreír–. El pequeño, Álvaro, nacido con síndrome de Down, ocupa un lugar muy especial en la dedicación y el discurso del entrevistado. Habla de ‘Alvarete’ al referirse a ese hijo y apenas hay que preguntarle. Empieza y ya no para…

«Nació hace 25 años, cuando yo entrenaba al Castilla. En primera instancia la sorpresa y el desconcierto son inevitables. Cuando recibes la noticia parece que se te cae el mundo encima. Es un golpe muy duro, pero después vas comprendiendo que no lo es. He contado muchas veces que en aquel momento, cuando supimos que había nacido con síndrome de Down, mi mujer y yo nos preguntamos, como supongo que le pasa a todos los padres que viven esa circunstancia, que por qué nos pasaba a nosotros aquello. Al poco tiempo pasamos a preguntarnos que por qué no nos iba a tocar a nosotros, ¿por qué a otros sí y a nosotros no? Y desde hace ya mucho tiempo nos cuestionamos qué hubiera sido de nosotros sin Álvaro».

Se le ablanda la voz. Utiliza las palabras “bendición” y “amor” al referirse a su vida con este hijo y no trasluce ni pizca de afectación o discurso “políticamente conveniente”. Y sigue…

«Si lo pienso, aquello que en principio fue tan duro, el tiempo ha demostrado que fue una bendición. Lo fue porque a todos nos ha venido bien. Hoy pienso que es una aventura magnífica vivir con Álvaro. Lo quiero; lo queremos mucho. Nos ha enseñado a ver más grande la palabra amor. Y me ha enseñado a decir ‘te quiero’, algo que antes me costaba mucho más expresar. Me cortaba. No quiero que suene a cosa redicha, pero él me ha hecho mejor.

Es curioso, porque da usted imagen de muchas cosas, pero no de ser muy expresivo, muy emotivo…

Sé que parezco una persona poco emotiva, pero la verdad es que lo soy. En eso seguramente también tiene algo que ver Álvaro. Cada vez me cuesta menos o quiero esconder menos mis emociones. Creo que la emoción es un sentimiento que hace mejores a las personas. Hace poco leí y participé en la presentación de ‘Si crees en mí, te sorprenderé’, un libro escrito por Anna Vives, una joven con síndrome de Down que ha creado la tipografía ‘Anna’. Esta tipografía ha cautivado a todos y su autora se ha convertido en un fenómeno social por su historia de superación. Me emocionan este tipo de personas. Me emociona convivir con personas con discapacidad porque, además, lo paso muy bien en su compañía.

[Volvemos a Álvaro. Retorna su hijo al discurso de Vicente del Bosque que cuenta que cuando está en Madrid, «aunque el trabajo me tiene muchos fines de semana lejos», va a jugar con él los sábados y los domingos a pabellones deportivos de la Comunidad. “Me emociona convivir con personas con discapacidad», repite. «Además siento que tengo una obligación para con ellos y siempre que puedo estaré ahí; con ellos”. Al decir «con ellos» se refiere el entrevistado al mundo de la discapacidad en general, y al que rodea a su hijo en particular].

Mi hijo se formó como auxiliar administrativo y trabaja en una empresa, un centro ocupacional dependiente de la ONCE en la que hace labores de reparto de correo y de oficina. Están contentos con él y nosotros, mi familia, estamos encantados de que sea así. Se demuestra una vez más que cuando hablamos de seres humanos es mucho mejor hablar de capacidades diferentes que de discapacidades. Calificar a alguien de discapacitado, así a secas, puede provocar dolor. Tenemos la obligación de dar a las personas con necesidades diferentes o especiales la mejor formación y, por supuesto, ayudarles en todo lo posible a su mejor integración.

Se le ve a usted especialmente sensible con el dolor ajeno, ¿cuáles son las razones?

El episodio más triste de mi vida fue la muerte de mi hermano Rafael, una persona con la que estaba muy unida cuando se fue y lo había estado desde siempre. Murió a los 47 años, que no es una edad para morir, a consecuencia de un cáncer. La vida me ha dado razones y ejemplos para saber que el dolor ajeno es algo que hay que respetar más incluso que el propio.

¿Considera que la sociedad es permeable a ese sentimiento?

Si hablar de permeable es referirse a que somos muchos los que compartimos este sentimiento, mi sí es rotundo. La sociedad mejora y también lo hace en relación con las personas con problemas, a los que tienen menos posibilidades, a los que sufren. Esta sociedad, pese a lo que algunos piensan, es cada día mejor.

¿En qué?

Acaso debería contestar que como equipo. Una sociedad es en el fondo un equipo y en un equipo hace falta esfuerzo colectivo, trabajo común, un buen punto de ilusión y solidaridad. Son los elementos de un equipo que gana. Es evidente que un equipo está formado por muchos y el trabajo en equipo requiere que cada uno de sus miembros crea en sí mismo.

Perdóneme, pero se lo tengo que preguntar, ¿como ve a España, como equipo, de cara al Mundial que se avecina?

Lo veo como un grupo que ha demostrado sobradamente su enorme calidad. Dicho eso creo que hay que aplicarse con mucha modestia pues todo está por venir. Todos competimos para ganar y sólo uno va a ser campeón. Me aterra el optimismo excesivo. No hace falta decir que lucharemos para lograr lo mejor y, en ese sentido, aunque no logremos ganar espero que dejemos en todos la sensación de que nos hemos dejado la piel y, en definitiva, despertemos en todos y cada uno de los españoles la idea de que los vamos a representar con dignidad y entrega.

[Y, concluida la entrevista, antes de irse da las gracias. Repite que se siente muy afortunado con la vida que le ha tocado vivir y justifica su talante en el hecho de que «he recibido mucho más de lo que en mis mejores deseos hubiera soñado»].