El magnífico aspecto que a sus 74 años presenta Plácido Domingo, reforzado por una actitud en la que la afabilidad está presente de continuo, impide sospechar que en los últimos años ha tenido sus más y sus menos con la salud. Nuestro tenor más universal sufrió una severa embolia pulmonar en julio de 2013, mientras ensayaba ‘Il postino’ en Madrid y antes, en 2010, fue operado de un tumor de colon.Él le resta importancia a aquellos episodios desde la convicción de que el optimismo y el talante positivo son claves para afrontar la vida. «Me recuperé completamente de aquellos problemas de salud. Fueron momentos duros de los que salí reforzado. Una vez superados pude regresar en plenitud a mi actividad profesional».
Y… ¿como anda de salud ahora?
Bien. Aquello quedó atrás. No puedo ni debo quejarme.
(Observando su forma de desenvolverse, muy alejada de poses de divo, se hace difícil asumir que es quien es. Que su persona ha protagonizado los escenarios más ilustres. Que para no pocos es el mejor tenor de la historia y para casi todos el más versátil. Que su voz es un icono sin el que la música contemporánea sería otra cosa: menos luminosa; más pobre.
Habla y manifiesta la misma ilusión por lo que hace «que la que tenía cuando empecé, hace ya más de cincuenta años; ese espíritu nunca me ha fallado». Y eso que lo dice en horas bajas. Recientemente ha perdido a su única hermana, -«una mujer extraordinaria a la que he estado siempre muy unido»-, y se le nota. Sonríe, pero hay en su gesto una sombra de íntimo dolor. Profundo, insoslayable.
«Descanse en paz mi gordita adorada», escribió el 10 de junio. Días antes y por acompañarla, había cancelado su actuación en ‘La Traviata’ en el Teatro Real de la Ópera de Londres. También lo hizo en Madrid, donde estaba prevista su presencia en el Teatro Real el 30 de junio para interpretar ‘Gianni Schicchi’, de Puccini, con puesta en escena de Woody Allen. Días después y «para intentar compensar a un público tan extraordinario como el del Real por el que siempre me siento apoyado», interpretó algunas piezas sueltas.)
Le faltaba el ánimo y las fuerzas…
Fue muy duro. No pude afrontar el reto de ‘Gianni Schicchi’. Lo medité y no me sentía con fuerzas ni ánimo. La pérdida era demasiado reciente y tenía que cantar en una comedia, que además habla de la muerte. No podía hacerlo. No iba a concentrarme. No me sentía con fuerzas ahora para ello porque los últimos veinte días de vida de mi hermana los pasé en el hospital en Boston en el que estaba ingresada y donde falleció.
Ha recibido el Premio que otorga la Fundación Mapfre por su carrera y por su entrega a la hora de apoyar a los colectivos más necesitados. ¿Cómo se siente?
Es obvio que muy honrado y muy emocionado. No me canso de decir que tenemos que pensar mejor la vida y tratar de ser más generosos y menos egoístas. Ya va teniendo uno muchos años y cada vez estoy más convencido de que la entrega a los demás es un acto muy reconfortante.
¿Por eso confiesa usted que lo mejor que ha hecho es trasmitir a las nuevas generaciones lo que ha aprendido?
Efectivamente. No me cansaré de repetir que esa es una de las actividades que me ha deparado más satisfacciones. Si echo la vista para atrás recuerdo cómo admiraba yo a los cantantes de aquella época. Y como me esforzaba por absorber algo de lo que transmitían los intérpretes, y los directores de orquesta y de escena. Cuando yo voy a algún teatro como oyente, los cantantes me piden opinión y busco la manera de escucharlos con atención y de integrarlos en alguno de los grupos que tenemos de jóvenes cantantes. Estoy todo el tiempo con esa idea y en esa práctica. Eso ahora me lleva tanto tiempo como mi propia carrera.
¿Hay talento en los jóvenes?
Sobra talento. En España sobra talento y eso hay que potenciarlo. El problema es que el sistema es muy exigente La verdad es que mucho de lo que veo y escucho es extraordinario. Cada día el público requiere más, sabe más y es más exigente. La cantidad de cantantes que surgen hoy es tremenda. Es verdad que la demanda es mucha y por eso hay ocasiones en que los escenarios presentan cantantes que no son de primera, y eso hace el sistema más complicado. Yo soy bastante exigente para que en nuestros grupos haya personas que den el ancho que la gran ópera y la gran música requieren. Pero hay que considerar que a veces surge el dilema porque hay cantantes que son tan jóvenes que si tienen el entusiasmo y la devoción que esto requiere pueden experimentar cambios radicales en un par de años. En consecuencia hay que tener paciencia y ojo. Creo que tengo buena intuición para vislumbrar el talento verdadero, pero hay que saber dar opción a que las oportunidades se consoliden. Hay que trabajar porque la práctica hace al maestro, no al genio.
A estas alturas de su vida, ¿qué es para usted la música?
En primera instancia es algo que hace olvidar el sufrimiento. Es algo muy grande que he tenido el privilegio de que sea, al tiempo, mi profesión y mi pasión. Siempre que salgo a un escenario pienso que en esas dos o tres horas que va a durar la función, cada uno de los espectadores se va a olvidar de sus problemas y va a disfrutar una serie de sensaciones edificantes. La música nos hace mejores. Nos hace mucho mejores y por eso llevo más de la mitad de mi vida profesional luchando para que se integre como una materia de aprendizaje en las escuelas del mundo.
Y la paz, otro de sus caballos de batalla…
La música es un vehículo para la paz y la paz en el mundo es cada vez más difícil. Sigo sin entender que el ser humano no haya aprendido lo más elemental como es vivir en paz con su vecino. Las personas que tenemos el privilegio de poder acceder a los medios tenemos la obligación de hacer bandera de la paz. De transmitir que la paz no sólo es posible, sino necesaria.
¿No se ha planteado retirarse?. ¿Hasta cuando piensa seguir cantando?
Habría que diferenciar entre cantar ópera y cantar conciertos. La ópera siempre lleva mucho más trabajo. Cuando estás en una producción, entre seis y diez horas diarias de ensayo. Es un trabajo muy grande. Cantar conciertos requiere una dedicación menor. A la hora de hacerlo puedes cantar cosas de mucha dificultad, pero no tienes todas esas horas de cansancio, de estar de pie, de estar usando la voz todo el tiempo. Debería preguntarme cuando dejaré de cantar ópera y cuando dejaré de cantar conciertos. De momento sigo adelante y mi intención es que mientras me queden fuerzas e ilusión, seguiré haciéndolo. No me he planteado el final mientras conserve salud, ganas e ilusión.