El 30 de noviembre es el Día Internacional de Lucha contra los Trastornos de Conducta Alimentaria, también conocidos como TCA. Un mal que suele darse en el inicio de la pubertad, durante la adolescencia y en jóvenes adultos. Para saber más al respecto y dar pautas de acción a quienes lo padecen y a sus cuidadores, Somos Pacientes ha entrevistado a Andrea Barrios, doctora en Psicología y experta en este tipo de trastornos.
Barrios explica que los TCA no tienen una única causa definida. «No existe una fórmula mágica que explique su origen, pero sí hay factores recurrentes», afirma. Entre ellos, destacó la vulnerabilidad en la etapa de la pubertad, donde se producen cambios significativos a nivel cerebral y emocional. En estos años el individuo suele estar marcado por situaciones desestabilizadoras que generan un entorno de alta turbulencia emocional.
«Es algo que se explica muy bien en la película ‘Del Revés’ (Inside Out), donde se ve cómo la protagonista se desestructura totalmente a nivel emocional y se tiene que volver a reconstruir. Esa desestructuración viene provocada por cambios: mudanzas, divorcios, que un chico me guste y que yo no le guste a él, que mi mejor amiga se enfade conmigo, la muerte de algún familiar cercano, el paso de primaria a secundaria… normalmente no es una sola cosa, sino muchas que empiezan a pasar en ese mismo momento», analiza.
Cada vez más habitual en chicos
Aunque se trata de un trastorno asociado a las chicas, según Barrios 4 de cada 10 personas con un TCA es varón. «El problema es que sólo 1 de cada 10 busca ayuda, bien por estigma, bien porque no se detectan síntomas como ocurre con la anorexia en las chicas. Problemas como la bulimia o la vigorexia son menos evidentes físicamente. Esto dificulta el acceso a la atención necesaria y perpetúa el problema», considera.
Desde su punto de vista, es esencial detectar y tratar este tipo de trastornos antes de que acabe la adolescencia (que llega a los 26 años de edad, que es cuando se estima que el cerebro termina de madurar completamente) para evitar que el trastorno se enquiste y perdure hasta la edad adulta. «Es muy importante que las señales de alerta sean identificadas a tiempo, ya que un tratamiento temprano aumenta las posibilidades de recuperación total».
El factor genético
Otro factor crucial señalado por Barrios es la predisposición genética. «Tener una carga genética no garantiza que se desarrolle el trastorno, pero aumenta significativamente el riesgo cuando confluyen otros factores internos y externos«. Por ello, enfatizó la importancia de la prevención y la intervención temprana.
La especialista también resalta la importancia de abordar los cambios de personalidad asociados a los TCA. El aislamiento social entre iguales y las crisis de ansiedad que surgen ante cualquier error son señales de alerta significativas que a menudo se confunden con conductas típicas de la adolescencia. «El gran monstruo con el que hay que acabar es la autoexigencia. Detrás de muchos casos de TCA hay una obsesión por ser el mejor, sobre todo en los estudios y en el deporte. Por ejemplo, si nuestro hijo prefiere quedarse en casa estudiando a salir con los amigos, debemos estar alerta».
Y tampoco hay que perderle de vista si se obsesiona con ir al gimnasio todos los días; si no come nunca en casa poniendo cualquier excusa; si se va al baño inmediatamente después de haber comido; o si quiere hacer dieta. «Hay que enseñarles a comer de forma equilibrada y sana sin prohibirles los dulces o las bolsas de aperitivos. Si un adolescente se niega este tipo de ‘caprichos’ también es síntoma de que hay un problema. Y en cuanto al deporte, mejor fomentar aquellos que se hagan en equipo y evitar el gimnasio».
¿Es posible la recuperación total?
Ante la pregunta de si un TCA puede curarse, Barrios es contundente: «Sí, siempre. Pero depende de muchos factores, como la identificación temprana, la calidad del tratamiento y el apoyo social y familiar«. En este sentido, reconoció que los casos que permanecen sin resolver en edades adultas suelen deberse a la falta de recursos económicos o desconocimiento sobre la enfermedad.
En cuanto al proceso de tratamiento, Barrios explica que la primera fase debe centrarse en la renutrición del cerebro. «Cuando hay una mala alimentación, un cerebro suele estar desnutrido, y así no puede trabajar en terapia ni procesar cambios emocionales de manera efectiva». Asimismo, la entrevistada advierte de que existe una falta de recursos en la atención pública, donde las citas psicológicas suelen ser insuficientes para tratar a estos pacientes de forma adecuada. «Se está dando una al mes cuando debería ser una a la semana», calcula.
La psicóloga también enfatiza la importancia del seguimiento durante la adolescencia y la adultez joven. «Incluso después de superar el TCA, es necesario mantener sesiones de revisión periódicas, aunque sea una vez al año. Estas sesiones pueden prevenir recaídas al detectar señales tempranas de desestabilización», concluye.