La presión sanguínea media es 3,1 mmHg menor en pacientes con HTA refractaria
Las mascarillas para la apnea del sueño reducen la hipertensión
Los dispositivos de presión positiva continua en la vía aérea (CPAP) que se emplean en el tratamiento de la apnea del sueño de carácter moderado y grave ayudan a los pacientes con hipertensión arterial (HTA) refractaria a reducir sus cifras de presión arterial. Así lo muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Red Española del Sueño y publicado en la revista Journal of the American Medical Association (JAMA).
En torno a un 70% de los pacientes con HTA refractaria –esto es, que mantienen una cifras ciertamente elevadas de presión sanguínea a pesar de los tratamientos farmacológicos– padece apnea del sueño, en la mayor parte de los casos no diagnosticada.
El doctor Joaquín Durán-Cantolla, co-autor de la investigación, sostiene que todo paciente que sufra HTA refractaria debe ser estudiado para descartar la existencia de apneas del sueño sin diagnosticar. «Y nuestro estudio, el más importante y numeroso llevado a cabo a este respecto, constatan que los CPAP contribuyen a una reducción significativa de las cifras de presión arterial».Reducción de la presión sanguínea
Para llevar a cabo el estudio, los investigadores analizaron el efecto del uso de los CPAP sobre la presión sanguínea en 194 pacientes con HTA refractaria diagnosticados de apnea del sueño. La media de fármacos antihipertensivos que tomaban los participantes se estableció en 3,8.
Concluidas las 12 semanas de estudio, los resultados mostraron que los pacientes que utilizaban los CPAP tenían unas cifras de presión sanguínea media –establecida como la media entre la diastólica y la sistólica a las 24 horas– inferiores a las de aquellos que no emplearon los dispositivos. Concretamente, la reducción se estableció en 3,1 mmHg.
Y como concluye el doctor Durán-Cantolla, “la evidencia científica ha constatado que incluso reducciones mínimas de la presión sanguínea –por ejemplo, del orden de 2 o 3 mmHg– pueden tener un efecto clínico muy significativo en la reducción de la mortalidad cardiovascular, llegando incluso al 6-8% de reducción en el caso del ictus y al 4-5% en la cardiopatía isquémica”.
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