Prevención de enfermedades neurológicas
Hábitos saludables para reducir el riesgo de desarrollar demencia
La demencia se ha convertido en un desafío crítico que afecta a millones de personas en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud, actualmente hay más de 55 millones de personas que sufren este trastorno a nivel mundial. Asimismo, cada año se diagnostican casi diez millones de casos nuevos. Con estos datos, establecer determinados hábitos de vida saludables se convierte en un hecho vital para reducir el riesgo de aparición de este trastorno neurodegenerativo, caracterizado por la pérdida progresiva de funciones cognitivas.
“La adopción de hábitos saludables no solo contribuye a una vida más plena y activa, sino que también emerge como una estrategia sustancial para aminorar el riesgo de desarrollar demencia. La conciencia y la implementación de estos hábitos en la vida diaria son pasos cruciales para garantizar un envejecimiento saludable y la preservación de la salud cerebral a lo largo de los años”, explica Ernesto Hidalgo, médico BluaU de Sanitas.
Los profesionales proponen una serie de actividades que pueden ser útiles y efectivas para mantener una buena salud cerebral y reducir algunos de los factores de riesgo asociados con la demencia:
- Actividad física regular: caminar, nadar o practicar ejercicio aeróbico, aumenta el flujo sanguíneo en la cabeza, promoviendo la salud cardiovascular. Esto no solo mitiga la aparición de enfermedades como la hipertensión y la diabetes, sino que también estimula la liberación de factores de crecimiento que favorecen la formación de nuevas conexiones neuronales, fortaleciendo la resiliencia cerebral y rebajando el riesgo de demencia.
- Dieta rica en antioxidantes y ácidos grasos omega-3: una alimentación equilibrada, rica en frutas, verduras, frutos secos y pescados grasos, tiene beneficios directos para la mente. Los antioxidantes protegen las células del estrés oxidativo, mientras que los ácidos grasos omega-3 son componentes esenciales de las membranas celulares, contribuyendo a la salud y la función cerebral a largo plazo.
- Estimulación mental continua: mantener la capacidad de razonamiento a través de la lectura, el aprendizaje de nuevas habilidades o la participación en actividades intelectuales, ayuda a construir reservas cognitivas. Estas reservas actúan como un amortiguador contra el deterioro cognitivo, proporcionando al cerebro una mayor capacidad para compensar los daños que puedan surgir con el tiempo, mitigando así el peligro de demencia.
- Sueño de calidad: un período de descanso inadecuado ha sido asociado con una mayor probabilidad de deterioro cognitivo y demencia. Por ello, es primordial conservar hábitos regulares de sueño y crear un ambiente propicio para el descanso a fin de eliminar las toxinas acumuladas durante el día.
- Gestión efectiva del estrés: sufrir este estado mental de forma crónica trae consigo efectos perjudiciales en la salud cerebral. Llevar a cabo prácticas como la meditación, la respiración profunda o el yoga son eficaces para reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y promover la relajación.
“La demencia, en sus diversas formas, se ha convertido un reto creciente para la salud pública, y la detección precoz se presenta como una herramienta indispensable para abordar este problema eficazmente. Por lo tanto, es recomendable que cualquier persona que tenga la más mínima sospecha de que un ser querido, amigo o incluso uno mismo pueda estar experimentando cambios en la función cognitiva, busque atención médica sin demora”, concluye David Curto, director Médico y de Calidad de Sanitas Mayores.