Propuesta de la AEPap

La vuelta al cole: un desafío para los niños con trastornos del neurodesarrollo

Publicado el por Somos Pacientes

Con el inicio de un nuevo año escolar, que arranca entre el 5 y el 11 de septiembre dependiendo de la comunidad autónoma, más de seis millones de estudiantes en España se preparan para volver a las aulas. Sin embargo, para un grupo específico, el regreso a clases representa un reto aún mayor: aquellos que viven con trastornos del neurodesarrollo.

Ilustración TDAH

Así lo hace saber la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap), que en este inicio de curso ha puesto el foco en la importancia de brindar apoyo adecuado a estos estudiantes, destacando el papel crucial de los pediatras como un nexo entre las familias y el sistema educativo. Según Pedro Gorrotxategi, presidente de la AEPap, “la labor del pediatra de atención primaria (AP) es esencial para que cuando un menor con uno de estos trastornos inicie la escolarización pueda recibir la orientación y ayuda necesarias”.

Entre los trastornos más frecuentes que se detectan en el entorno escolar se encuentran el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), los retrasos en el desarrollo del lenguaje y las dificultades cognitivas y sensoriales. Estos problemas, que se han exacerbado a raíz de la pandemia de covid-19 (especialmente en casos de retrasos en el lenguaje), no sólo afectan el rendimiento académico, sino que también complican la adaptación social de los niños.

El neurodesarrollo se refiere a la maduración física y emocional de un niño desde su nacimiento hasta la adolescencia. En este proceso, es fundamental que los menores adquieran las habilidades motoras, cognitivas, sensoriales y de comunicación adecuadas a su edad. No obstante, este desarrollo varía de un niño a otro, y cuando no se alcanza de manera normal, puede dar lugar a trastornos que requieren atención especializada.

Trastornos comunes y su impacto en el aprendizaje

Entre los trastornos del neurodesarrollo, se incluyen los motores, que afectan a la coordinación y a las actividades motrices, como en el caso de la parálisis cerebral. También los cognitivos, relacionados con la disminución de la capacidad intelectual, que puede presentarse sola o asociada a síndromes como el de Down. Y los trastornos sensoriales, como problemas de audición y visión, que suelen ser detectados en las revisiones pediátricas.

Otros de los trastornos de este tipo son los retrasos en la adquisición del lenguaje, que afectan a aproximadamente un 4% de la población infantil. Y los relacionados con la comunicación, como el trastorno del espectro autista (TEA), que influye en la interacción social y en la comprensión de mensajes, afectando al 1% de la población pediátrica.

El TDAH es el trastorno más común dentro de este grupo, afectando a un 5% de los niños en edad escolar. Su impacto en el aprendizaje es significativo, ya que estos menores pueden tener dificultades para concentrarse, seguir instrucciones y completar tareas, lo que a su vez afecta su rendimiento académico y su relación con sus compañeros.

El papel de pediatría

Frente a estos desafíos, la AEPap resalta la necesidad de una atención integral que comience en la consulta del pediatra y se extienda al entorno escolar. Teresa Cenarro, vicepresidenta de la AEPap, señala que “todos estos cuadros deben recibir una atención diferenciada en la escuela”. Para ello, propone una educación lo más personalizada posible, con un número de alumnos por aula que no exceda la ratio estipulada en la normativa vigente.

Además, Cenarro subraya la importancia de tener un ambiente escolar inclusivo y seguro, donde los niños con trastornos del neurodesarrollo puedan desarrollarse tanto académica como socialmente. “Es importante que el niño esté cómodo y que tenga un grupo de amigos con los que pueda compartir juegos, aficiones y actividades extraescolares”, comenta.

En este sentido, el profesorado debe adoptar un enfoque cercano y colaborativo, trabajando de la mano con las familias y los equipos pediátricos. Esta fórmula no solo beneficia a los niños con dificultades, sino que también enriquece la experiencia educativa de todos los alumnos, fomentando valores de respeto, empatía y cooperación desde una edad temprana.