Entrevista con el escritor Pablo d´Ors

«Escribir ayuda a encontrarse a uno mismo y, en ese sentido, te cura»

Publicado el por Somos Pacientes

Defiende Pablo d´Ors (Madrid, 1963), novelista y ensayista, el poder terapéutico de la escritura. «Escribir ayuda a encontrarse a uno mismo y, en ese sentido, te cura «. Lo afirma tras insistir también en la importancia del silencio y la meditación como elementos sanadores, «pues en el mundo actual con frecuencia vivimos el drama de no saber estar a solas con nosotros mismos; para no enfrentarnos a nuestra realidad interior y a nuestras heridas, nos hemos convertido en maestros de la fuga». El hecho es que entre la comunicación abierta y la reflexión callada, conjugando expresión pública e íntima meditación, “soy hombre de palabra y silencio”, ha construido en torno a su obra y a su persona un reducto de sosiego.«Palabra y silencio son mis dos vocaciones. Dos voces interiores que he desplegado existencialmente. Escuché desde muy adolescente, desde muy joven, la vocación estética y estática; la vocación poética y la mística. Mis dos actividades fundamentales son la escritura y la meditación, que son dos formas de explorar la vida interior. Creo que la escritura es una actividad profundamente espiritual. No es una actividad solo mental. Es decir, yo no tengo una idea, pienso una idea y luego la escribo, sino que escribo y encuentro las ideas. Eso significa que la escritura es fundamentalmente un oficio manual. Es la mano la que te revela cosas que tu no sabes y eso significa que la escritura es sobre todo para mí  un acto de revelación, no de comunicación. No es que al escribir yo comunique algo que ya sé, sino que escribiendo se me revela algo que no sé. Este despliegue en la palabra y en el silencio, en la mística y en la poética es lo que identifica mi identidad».

A través de ‘Sendino se muere’ es usted autor de un libro muy especial. ¿Cómo fue la experiencia?

En efecto, se trata de un libro muy peculiar en el que, gracias a la oportunidad que me brindó el ser capellán hospitalario, relato las últimas semanas de la doctora África Sendino, médico internista del madrileño Hospital de La Paz. Un lento apagarse como consecuencia de un cáncer. Su actitud misteriosamente nos fue alumbrando a todos los que la tuvimos cerca.  Durante su enfermedad, la doctora Sendino fue anotando sus impresiones de cara a un libro que la propia enfermedad le impidió escribir.  Yo rescato en mi libro sus anotaciones y su ejemplo. Un testimonio que con sencillez nos interpela, en primer lugar, sobre cómo la enfermedad y la pérdida que representa puede ser vivida como ‘fuente de ayuda a los demás’. «Gracias a esta enfermedad que sufro  –dejó escrito Sendino desde su doble experiencia de médico y enferma–  he comprendido que compartir el dolor no significa simplemente asumir el dolor ajeno, sino también repartir el propio. Yo tengo sufrimiento, de acuerdo. Puedo repartirlo o guardarlo para mí. He decidido entregarlo. Y al decidirlo, he comprendido que es así como se alivia y que para eso  –para entregarlo– existe”. La Dra. Sendino vivía su enfermedad como un ministerio: sabía que no podía estar enferma para sí misma, que su cáncer debía redundar en beneficio de quienes estábamos a su alrededor.

En segundo término, su testimonio constituye una emocionante mirada a la vocación profesional de los médicos, vivida por ella con particular conciencia e intensidad hasta que la alcanzó la muerte. “La Medicina  –expresó en su diario– es una actividad apasionante desde el punto de vista intelectual, relacional y cristiano. Difícilmente se encontrará otra actividad humana con tantas posibilidades de encuentro y a tal nivel de intimidad. Yo vine al mundo a sanar y me voy de él dando a otros la oportunidad de que me sanen”.

¿Siente Pablo d´Ors su existencia marcada por su condición de sacerdote?

El prestigio contemporáneo en Occidente, en minorías siempre, pero en minorías significativas de la espiritualidad, se ha construido sobre el desprestigio de la religión. Eso no se debe solamente a la secularización del  mundo moderno, que es una cuestión externa, sino también a la pobreza de la vitalidad espiritual alentada desde las instituciones religiosas. Yo reivindico la dimensión espiritual y religiosa del ser humano porque en la antropología en la que yo creo no somos solamente mente y cuerpo, sino también alma o espíritu. La religión ha sido, y está siendo de hecho, una fuente de alimento de la espiritualidad. Evidentemente no soy persona espiritual o religiosa simplemente por ir en contra, pero en general admiro a las personas que han sido capaces de desafiar el gregarismo reinante y hacer la aventura de ser ellos mismos. La espiritualidad se identifica con la fidelidad a la propia conciencia. Las tres personas que más admiro de la historia son Charles de Foucauld, el primer explorador europeo de Marruecos que posteriormente se convirtió en ermitaño en el Sahara, al que dediqué mi libro ‘El olvido de sí’; Gandhi y Simone Weil, el icono del feminismo de izquierdas. En el ámbito espiritual esos son mis tres iconos. Los tres se caracterizan porque escucharon su conciencia, la obedecieron e hicieron de esa escucha y de esa obediencia estilo de vida permanente.

Religión y fanatismo. ¿Cómo observa esta simbiosis que no pocas voces esgrimen ante algunos de los lamentables espectáculos a los que asistimos?

La religión no debería ser nunca enemiga del pensamiento. La fe y la razón no deberían ser opuestas. De hecho, la teología no es otra cosa que la razón de la fe. La fe no es un grito inarticulado, sino que debe de  mostrar su propia racionalidad. El fundamentalismo o el fanatismo es una degeneración de la religión. En todas las religiones y en todas las ideologías existe esa tendencia fundamentalista. Cuando la religión o el pensamiento se convierte el algo puramente ideológico se produce una decadencia y una degeneración. No se puede hacer la vista gorda ante todas las barbaridades que en nombre de Dios se han cometido a lo largo de la historia. Pero confío y creo firmemente en que en nombre de Dios se ha hecho  más bien que mal. Del mismo modo en que creo que el ser humano en general hace mucho mas bien que mal. Tengo una visión del ser humano si no claramente optimista, sí esperanzada. Lo luminoso es sobreabundante frente a las sombras y lo oscuro.

Fundador de la Asociación Amigos del Desierto. La meditación como práctica. ¿Estamos faltos de esa práctica?

A raíz de la publicación de ‘Biografía del silencio’, ese pequeño ensayo sobre la meditación, empezaron a escribirme muchos lectores que querían meditar, silenciarse interiormente. Así surgió la idea entre unos cuantos amigos de crear una asociación para responder a la demanda de esas personas que querían vivir esa experiencia de la aventura interior. Creamos Amigos del Desierto y hasta la fecha más de 500 personas se han interesado en nuestras actividades y hemos iniciado a la práctica del silencio a más de 200. Para mi lo más extraordinario de todo esto es que en la Asociación de Amigos del Desierto hay personas muy distintas, desde agnósticos a católicos muy tradicionales o personas de otras confesiones.

¿Nos falta silencio o nos sobra ruido?

Cuando enseño los rudimentos de la práctica de la meditación hablo mucho de la respiración. Espiritual viene de espiritus, que tiene la misma raíz latina que expirar y respirar. Los problemas de la vida podemos razonarlos, así nos movemos a nivel mental, o podemos respirarlos, en donde lo hacemos en un plano más global. Si respiráramos bien, viviríamos mejor. Respirar es un movimiento biológico que reproduce el ritmo espiritual por excelencia que es el de la inspiración y el de la expiración; el de la acogida y el de la donación. Si queremos saber si nuestra vida es una  vida saludable preguntémonos si hay armonía entre lo que recibimos y lo que damos. Entre lo que amamos y lo que nos dejamos amar. En Occidente hemos construido un tipo de sociedad donde fundamentalmente damos, donde fundamentalmente actuamos. Estamos siempre hacia fuera, expirando, pero no inspiramos. Es decir, no volvemos hacia casa, hacia nuestro hogar. No sabemos estar con nosotros mismos. Nos ponemos nerviosos. Este es el drama pues todo el estrés y la incapacidad de estar en silencio deriva de que no se nos ha enseñado y no hemos sido capaces de hacer ese momento de regreso, y la meditación y el silencio son pautas que se ofrecen a los buscadores del espíritu para que, al margen de su confesión y de su religión, hagan esa experiencia que es básica para que una vida pueda ser calificada de humana.

Estar en silencio, sin hacer nada e intentando no pensar es algo enormemente fecundo, aunque aparentemente sea estéril. Es algo muy fecundo a la hora de actuar y de ser, algo que nos acerca a la buena salud mental.

¿No se corre el riesgo al recogerse en uno mismo de encontrarse en el fondo con alguien que no nos gusta?

Por supuesto. Ese es el problema fundamental de la meditación. Porque superadas las barreras o resistencias primeras, como pueda ser la inquietud corporal, al hacer silencio lo que uno se encuentra son las propias heridas. Las sombras. Pero una herida si no la cuidas tiende a degenerar y puede acabar contigo. Lo más sensato si tienes una herida es curarla. La meditación es una escuela de realidad. El hombre no es sólo verdad, belleza y bien, sino que también somos codicia, ambición y vanidad y como eso  no nos gusta nos hemos convertido en maestros de la fuga. En la escritura pasa lo mismo. Suelo decir que escritor es aquel que ha soportado más tiempo y mejor su propia estupidez. Cuando uno escribe y se lee, la percepción habitual es que lo que has escrito es malo. Por eso piensas que no sirves y lo abandonas. Pero si persistes, después de cien páginas absurdas encuentras una frase auténtica y eso es lo que ofreces. Has atravesado muchas sombras para llegar a una luz.

¿Qué busca al escribir ‘Contra la juventud’, su último libro?

No busco nada concreto cuando escribo un libro. Lo que busco siempre es ser fiel a mi conciencia. Un escritor no debe ser un estratega. He querido contar en este libro que la juventud es una etapa que comporta sufrimientos, a veces auténticos, a veces inventados, pero no por ello menos dolorosos. Nuestra identidad como jóvenes no está todavía construida porque aún no sabemos decir tú. Sólo decimos yo. Cuando somos jóvenes estamos asfixiados en un micromundo; en nuestro micromundo. Los tres temas fundamentales del libro  son la poética, la erótica y la mística. Toda novela comporta una reflexión sobre la novela misma y sobre el acto de la escritura. Erótica y mística también están y de forma muy explícita en este libro. Ambas experiencias estás atravesadas por una pasión común que es la unidad, la de los cuerpos y la del espíritu. Creo que la aspiración última del ser humano es la unidad y por tanto el problema fundamental del ser humano es la fractura. Nos sentimos divididos. Divididos en nosotros mismos. Por una parte queremos hacer una cosa y por otra queremos lo contrario. Queremos a nuestra esposa y, por otra parte, querríamos estar con otra mujer… Esa división no sólo es con uno mismo, sino también con el otro: las ideologías nos dividen, las razas nos dividen y tantas otras cosas. Nuestra secreta aspiración es la unidad. Toda novela es un canto al drama de la fractura y esto es lo que ‘Contra la juventud’ plantea de manera explícita.

Una de las protagonistas pregunta, y repetidamente, qué es el amor. ¿Qué es el amor para Pablo d´Ors?

El amor es saber dar y recibir. En la medida en que eres capaz de entregarte y de acoger, eres capaz de amar. El acento, desde mi punto de vista, no está en la cuestión emocional, emotiva o sentimental, sino en los hechos. Esa persona, de hecho, se está entregando. Esa persona, ama. El amor es un don y una tarea. Un don porque te están dando, y una tarea porque eres responsable, respondes a lo que te han dado. Vivir desde el amor es vivir en ese movimiento de dar y recibir que es el que construye a las personas.

‘Contra la juventud’ nace de la evidencia de que los jóvenes todavía no saben dar. No creo en la exaltación de la juventud porque el joven no es todavía una persona lograda. Está jugando a serlo, está aprendiendo a serlo. Tiene una vida por delante para lograrlo. Confiemos.

El autor

Pablo d’Ors (Madrid, 1963) es novelista, sacerdote, fundador de la asociación Amigos del Desierto dedicada a la profundización y difusión de la meditación y del silencio y, por nombramiento expreso del papa Francisco, consejero cultural del Vaticano.

Ha traducido obras de Elmar Salmann, Franz Jalics y del cardenal Martini. Como queda apuntado, su experiencia de acompañamiento a pacientes terminales se recoge en ‘Sendino se muere’ (2012). Su obra literaria está conformada por la ‘Trilogía del silencio’, que incluye ‘El amigo del desierto’ (2009), la ‘Biografía del silencio’ (2012), que en dos años alcanzó diez ediciones con 25.000 volúmenes vendidos, y ‘El olvido de sí’ (2013), en que rinde homenaje a su admirado Charles de Foucauld.

Previamente publicó la ‘Trilogía de la ilusión’, con ‘Andanzas del impresor Zollinger’ (2003 y 2013), traducida a varias lenguas y adaptada al teatro en Italia, ‘El estupor y la maravill’a (2007), y ‘Lecciones de Ilusión’ (2008), quizá su obra magna; así como la ‘Trilogía del fracaso’, con ‘El estreno’ (2000), ‘Las ideas puras’ (2000) y ‘Contra la juventud’ (2015), posiblemente su libro más personal.

 

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