31 de mayo, Día Mundial Sin Tabaco
Proteja el medio ambiente: deje de fumar
Bajo el lema ‘El tabaco, una amenaza para nuestro medio ambiente’, hoy martes, 31 de mayo, se celebra el Día Mundial Sin Tabaco, una efeméride impulsada desde 1987 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el objetivo de concienciar a la población sobre los riesgos para la salud que supone el tabaco e impulsar políticas eficaces para reducir su consumo.
En esta edición del Día Mundial se busca sensibilizar a la sociedad sobre el impacto ambiental que tiene el tabaco, desde su cultivo y producción hasta su distribución, sin olvidar los residuos que genera. Y es que, entre otras cifras, la fabricación de cigarrillos supone la tala de 600 millones de árboles y el consumo de 22.000 millones de litros de agua. Además supone la emisión a la atmósfera de 84 de toneladas métricas de CO2 que aumentan la temperatura del planeta. En definitiva, nuevos motivos para abandonar su consumo.
Como alerta la OMS, “los efectos perjudiciales que las empresas tabacaleras causan al medio ambiente son enormes y van en aumento, lo cual agrava innecesariamente la escasez de recursos y la fragilidad de los ecosistemas. El tabaco mata cada año a más de ocho millones de personas y destruye nuestro medio ambiente, perjudicando aún más la salud de las personas debido al cultivo, la fabricación, la distribución, el consumo y la eliminación de los productos de tabaco”.
Pero aún así, denuncia la Organización, “la industria tabacalera da un barniz ‘verde’ a su reputación y sus productos, presentándose y presentándolos como algo inocuo para el medio ambiente”.
Envenenando el planeta
La producción y consumo de tabaco tiene numerosas consecuencias para la salud del planeta y, por ende, de todos los seres vivos que convivimos en el mismo. Ya desde su inicio, pues cada año se destruyen unos 3,5 millones de hectáreas de tierras para su cultivo, lo que favorece la deforestación, especialmente en el mundo en desarrollo. Además, la eliminación de espacios forestales para implantar plantaciones de tabaco deteriora los suelos y merma el rendimiento, esto es, la capacidad de las tierras para sostener el crecimiento de cualquier otro cultivo o planta.
En palabras del doctor Ruediger Krech, director de Promoción de la Salud de la OMS, “las consecuencias ambientales del consumo de tabaco agregan una presión innecesaria sobre los ya escasos recursos y los frágiles ecosistemas de nuestro planeta. Esto resulta especialmente peligroso para los países en desarrollo, pues en ellos se concentra cerca del 90% de la producción tabacalera. Cuando usted se fuma un cigarrillo está literalmente quemando recursos allí donde ya escasean, quemando recursos de los que depende nuestra propia existencia”.
Así, la primera de las medidas que reclama la OMS es que los gobiernos y las instancias normativas ayuden a los cultivadores de tabaco a optar por medios de subsistencia alternativos y más sostenibles con el fin de reducir los efectos medioambientales del cultivo, el curado y la fabricación de productos del tabaco.
Sin embargo, el daño para el medio ambiente no acaba aquí. Según las estimaciones, desde la década de 1970 se han perdido en todo el mundo 1.500 millones de hectáreas de bosques a causa del tabaco, principalmente tropicales, lo cual ha contribuido al 20% del aumento anual de los gases de efecto invernadero. De hecho, la fabricación de 300 cigarrillos requiere la destrucción de un árbol, y el cultivo de tabaco es responsable de cerca del 5% de la deforestación de los países productores.
Es más; en el cultivo, fabricación, distribución, consumo y eliminación de un solo cigarrillo se utilizan 3,7 litros de agua, por lo que si un fumador promedio abandonara el hábito se podrían ahorrar hasta 74 litros de agua al día. Tan solo un dato: Brasil, tercer fabricante de tabaco del mundo, empleó 263.813.700.000 litros de agua para obtener el número de cigarrillos fabricados en el país en 2015. Una cantidad de agua que, una vez potabilizada, habría bastado para dar de beber a los habitantes de su capital, Brasilia, con 3,7 millones de personas.
Y a todo ello hay que sumar, entre otras consecuencias, que el tabaco envenena el suelo, las playas y las calles de las ciudades con sustancias químicas y desechos tóxicos. Un solo cigarrillo emite al medio ambiente más de 7.000 sustancias químicas, de las cuales al menos 70 son cancerígenas; el tiempo que tarda una colilla en desintegrarse en el agua es de 10 años; y el tabaco genera cada año cerca de 25 millones de toneladas métricas de desechos. Y el daño no proviene únicamente del tabaco ‘tradicional’: la eliminación de los cartuchos y las baterías de los cigarrillos electrónicos es un gran problema, pues la mayoría de los cartuchos de plástico que se utilizan en estos aparatos no se pueden reciclar ni reutilizar y acaban en las cunetas, las calles y las aguas.
Cortina de humo
La industria tabacalera también ha invertido mucho dinero y recursos en lavar la cara de sus productos ecológicamente dañinos. Por ejemplo, notificando el impacto ambiental –previa manipulación– de sus actividades y financiando proyectos y organizaciones de responsabilidad social corporativa (RSC) en su vertiente ambiental. Y “si semejante cortina de humo llega a funcionar es porque nos faltan datos objetivos y porque la legislación es limitada e incoherente a nivel tanto internacional como local”, explica la OMS.
En definitiva, se hace necesario entender que la reducción del consumo de tabaco constituye un pilar fundamental para el cumplimiento de los Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS), y únicamente de aquellos que guardan relación directa con la salud.
Por ello, la Organización exige a los gobiernos e instancias normativas a que endurezcan la legislación, y sobre todo a que apliquen y refuercen los dispositivos existentes para obligar a los productores a hacerse responsables de los costes ambientales y económicos de los residuos derivados de productos de tabaco.