Semana mundial de la inmunización
Las vacunas evitan cada año 3 millones de muertes, 2,5 millones en niños
Las vacunas son productos biológicos complejos y muy sofisticados que estimulan la producción por el organismo de anticuerpos frente a un patógeno o un alérgeno y, en consecuencia, generan inmunidad frente a la enfermedad o alergia causada por dicho patógeno o alérgeno.
Por lo general, las vacunas se componen de una suspensión de microorganismos muertos o atenuados –debilitados– o de productos o derivados de microorganismos, siendo la inyección la vía más común para su administración –si bien algunas vacunas se administran por vía oral o con un vaporizador nasal.
Como destaca el doctor Fernando Moraga-Llop, vicepresidente de la Asociación Española de Vacunología (AEV), “las vacunas son uno de los descubrimientos más importantes dentro de la medicina en todas las edades de la vida, con una gran repercusión en la pediatría y en la salud pública». «Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se estima que las vacunas están evitando la muerte de unos 2,5 millones de niños cada año. Pero este éxito ha hecho que las personas más jóvenes se olviden de estas enfermedades aparentemente erradicadas, sin pensar que las enfermedades nunca se olvidan de nosotros, y reemergerán, como ya ha sucedido, a la menor oportunidad. De ahí la importancia de continuar vacunándose”, añade.
No en vano, explica el doctor Francisco Álvarez, secretario del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (AEP), “las vacunas son un elemento primordial en las estrategias de Salud Pública; las vacunaciones constituyen, junto con la potabilización del agua y la depuración de las aguas residuales, el método más eficaz para disminuir la morbimortalidad de las enfermedades infecciosas, mejorar la salud de las personas y aumentar la esperanza de vida, un hecho bien demostrado con la erradicación de la viruela en 1979, lo que permitió abandonar la vacunación frente a la misma en el año 1980”.
Además, las vacunas no solo benefician a las personas vacunadas –reducción de la incidencia de la enfermedad y, en caso de contraerla a pesar de la vacunación, disminución de la gravedad de la misma–, sino también a aquellas que conviven en la misma comunidad que los vacunados. Y es que dado que la incidencia de la enfermedad es significativamente menor, el riesgo de que las personas del entorno puedan contraerla también resulta ostensiblemente inferior.
Todas estas características, variedades y beneficios de las vacunas están recogidas en el reciente trabajo de infografía realizado por Farmaindustria titulado ‘El valor de las vacunas’ y que ilustra este reportaje.
El experimento de Edward Jenner
Los primeros escritos relacionados con la vacunación datan del siglo XI, época en la que los monjes de China inoculaban el virus de la viruela –técnica denominada ‘variolización’– con objeto de prevenir la enfermedad. Sin embargo, el desarrollo de la primera vacuna corresponde a Edward Jenner, médico inglés que en el año 1796 inoculó la vacuna de la viruela a un niño de ocho años de edad y logró inmunizarlo frente al virus.
El doctor Jenner había observado que las personas encargadas de ordeñar a las vacas y que contraían la denominada ‘viruela vacuna’ o ‘viruela de las vacas’ –enfermedad que provoca erupciones en las ubres del ganado vacuno muy similares a las causadas por la viruela en humanos– adquirían la inmunidad frente a la viruela. Además, la ‘viruela vacuna’ no causaba ningún efecto en los humanos, salvo la presentación de erupciones en las manos que remitían al cabo de unos pocos días. Por ello, y para su experimento, el doctor Jenner extrajo el fluido –el ‘pus’– de la erupción de la mano de una ordeñadora y lo inyectó en un niño sano, James Phipps, al que seis semanas más tarde inoculó el temido virus de la viruela sin que desarrollara la enfermedad.
El experimento del doctor Jenner fue el primero en demostrar con éxito que la inoculación de un patógeno muerto o debilitado –esto es, la vacunación– provoca que el sistema inmunológico genere anticuerpos que inmunizan al organismo frente a la enfermedad o alergia causada por el patógeno. Sin embargo, la técnica fue rechazada en el año 1797 por la Royal Medical Society de Londres (Reino Unido) tras tildarla de “extremadamente revolucionaria” y requerir “un mayor número de pruebas”. Finalmente, y tras repetir el experimento con varios niños, incluido su hijo de 11 meses de edad, el doctor Jenner publicó sus resultados en 1798 en un artículo en el que acuñó el término vacuna a partir de la palabra latina ‘vacca’ –de la que deriva nuestra palabra ‘vaca’.
A día de hoy, la viruela es la única enfermedad completamente erradicada de la naturaleza por el ser humano. Concretamente, y gracias a las campañas de vacunación puestas en marcha por la OMS en 1966, el último caso registrado data de 1977 y la Organización declaró la enfermedad oficialmente erradicada en 1980.
Eficaces…
En la actualidad, el arsenal terapéutico contempla más de 40 vacunas para la prevención de 25 enfermedades evitables. Como indica el doctor Fernando Moraga-Llop, “solo en los últimos 23 años (1993-2015) se han autorizado en nuestro país 55 nuevas vacunas cuando en los 30 años anteriores a este periodo (1963-1992) solo se disponía de 10″. El resultado es que en solo 40 años se ha pasado de un primer calendario de vacunaciones sistemáticas recomendadas de cinco vacunas en 1975 a uno de 17 vacunas en 2015.
La razón para esta eclosión de las vacunas se explica por su gran eficacia a la hora de prevenir distintas enfermedades potencialmente mortales. De hecho, las vacunas evitan cada año la muerte de 3 millones de personas en todo el mundo –o lo que es lo mismo, 60 fallecimientos cada hora– y han conseguido que la mortalidad global en niños menores de cinco años se haya reducido de 12,6 millones en 1990 a 6,6 millones en la actualidad.
Concretamente, y además de la ya referida erradicación de la viruela, las vacunas han permitido:
–Poliomielitis. Gracias a las campañas de vacunación, la incidencia global se ha reducido en un 99%, por lo que la poliomielitis se considera al límite de la erradicación.
Como resalta el doctor Francisco Álvarez, “las vacunas han supuesto el control de algunas enfermedades como la poliomielitis, que estamos en vías de erradicar; ahora mismo, en los países que vacunan con polio oral viva trivalente (3 cepas del virus de la poliomielitis) se va a pasar a vacunar con la vacuna oral bivalente (2 cepas del virus) porque se ha erradicado del mundo la cepa II de este virus». La OMS pretendía reducir la mortalidad en menores de cinco años en dos terceras partes con respecto a la del año 1990, y en 2012 se había conseguido disminuirla en un 47%. «En consecuencia, no se va a conseguir el objetivo, pero se ha avanzado mucho y por ello la Organización insiste en el papel primordial de las vacunas”, incide Álvarez.
–Tétanos. La vacuna antitetánica, administrada para evitar el tétanos materno y neonatal e introducida en 103 países a finales de 2012, ha protegido frente a la enfermedad a cerca de un 81% de los recién nacidos.
–Sarampión. Durante el periodo comprendido entre los años 2000 y 2012, la vacunación del sarampión ha evitado 13,8 millones de muertes. En 2012, cerca de 145 millones de niños fueron vacunados frente al sarampión, enfermedad cuya incidencia y mortalidad se han reducido respectivamente en un 77% y en un 78% desde el inicio del siglo XXI.
–Rotavirus. De acuerdo con las estimaciones de la OMS, en 2016 se habrán vacunado frente al rotavirus a más de 70 millones de niños de los 40 países con menor solvencia económica de todo el mundo.
–Virus del papiloma humano (VPH). El 85% de los tumores de cuello de útero provocados por el VPH se producen en los países desarrollados. De acuerdo con los resultados de un estudio llevado a cabo por el Instituto Nacional del Cáncer (NCI) de Estados Unidos, el uso masivo de las vacunas frente al VPH reduce en hasta un 84% el riesgo de desarrollar cáncer de cérvix en un período de 4 años.
Como refiere el doctor Fernando Moraga-Llop, “hoy en día contamos con dos vacunas frente al VPH que previenen diferentes tipos de cáncer, especialmente el cáncer cervical; esta vacuna es la segunda que evita un cáncer, ya que la de la hepatitis B impide también la infección vírica crónica, que puede causar cirrosis hepática y cáncer hepático”.
Y a todos estos avances debe sumarse la reducción de las tasas de morbilidad, discapacidad y mortalidad asociadas con distintas enfermedades como, entre otras, la difteria, la tosferina y la meningitis epidémica por meningococo de tipo A.
… seguras…
Las mejoras alcanzadas en las últimas décadas en las condiciones de higiene y saneamiento no conllevarán a la desaparición de las enfermedades, por lo que las vacunas seguirán resultando, no ya solo en el presente sino también en el futuro, necesarias. Además, como ha declarado reiteradamente la OMS, “las vacunas no conllevan efectos secundarios nocivos ni a largo plazo desconocidos; y ni mucho menos, la vacunación puede resultar mortal, las vacunas son muy seguras y la mayoría de las reacciones son generalmente leves y temporales, por ejemplo, un brazo dolorido”.
Y es que, como apunta el doctor Fernando Moraga-Llop, “uno de los puntos clave de las vacunas es su seguridad, desde su etapa de desarrollo los posibles efectos adversos de las vacunas son monitorizados en ensayos clínicos, como también después en la fase de poscomercialización, con un seguimiento muy detallado de posibles efectos secundarios incluyendo algunos que por su baja frecuencia no se hayan podido detectar en los estudios clínicos». «En todas las vacunas autorizadas la relación entre el beneficio y el posible riesgo es claramente favorable al beneficio. Y si el virus vacunal del sarampión, por ejemplo, puede originar una complicación neurológica grave, aunque muy infrecuente, el virus salvaje, es decir, el que provoca la enfermedad, también la produce pero con una incidencia mucho mayor”, añade Moraga-Llop.
De hecho, y con objeto de evaluar tanto la eficacia como la seguridad de una vacuna, las compañías farmacéuticas dedican más de 500 millones de euros a su investigación y desarrollo (I+D), requiriendo el proceso una inversión media de tiempo de hasta 33 meses.
Es más; como incide el doctor Frenando Moraga-Llop, “hay que tener presente que no todo lo que sucede después de la administración de una vacuna se debe a la misma y que, en la mayoría de ocasiones, la relación no es de causalidad sino de coincidentalidad; pero el riesgo cero con las vacunas, al igual que con cualquier medicamento, no existe». Sin embargo, el beneficio es claramente superior al riesgo, según este especialista.
… y rentables
Además de eficaces y seguras, las vacunas resultan ciertamente rentables para el conjunto de la sociedad. Así se comprende cuando se observa que, en el caso del conjunto de vacunas infantiles actualmente disponibles, por cada euro invertido se ahorran más de 5 euros en costes directos –fundamentalmente, por la no necesidad de atención sanitaria como consecuencia de la prevención de la enfermedad– y 17 euros en costes indirectos –gracias, entre otros aspectos, a la evitación del absentismo laboral de los padres al no requerirse el cuidado de sus hijos, pues al estar vacunados no caen enfermos–. O asimismo, que cada euro invertido en la vacunación frente a la gripe común en la población con edades avanzadas supone un ahorro de 1,35 euros en otros gastos médicos.
Es más; a modo de ejemplo y entre otros muchos datos positivos, debe referirse que el beneficio neto de la vacunación contra la poliomelitis durante 60 años fue 6 veces mayor que la inversión realizada; que el tratamiento de un caso de sarampión cuesta 23 veces más que la vacunación de un niño frente a la enfermedad; y que por cada euro invertido en la vacuna triple vírica se ahorran más de 21 euros en costes directos de asistencia médica.
En definitiva, más vale prevenir que curar. Y no únicamente en lo referente a la salud, sino también en términos económicos.
Presente y futuro de las vacunas
El presente de las vacunación viene definido, además de por los numerosos programas de I+D de nuevas vacunas frente a distintas enfermedades, por la necesidad de extender las campañas de vacunación en todas las regiones del mundo. Es cierto que en 2013 el 84% de los niños de todo el planeta –esto es, en torno a 111 millones de niños– recibieron vacunas para su protección, un porcentaje ostensiblemente superior al establecido en 1975, de solo un 5%. Pero también es cierto que aún queda camino por recorrer.
Como alerta la Alianza GAVI, principal impulsor de programas de vacunación a nivel mundial junto a la OMS y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), “a pesar de los progresos alcanzados en las últimas dos décadas a través del Programa Ampliado de Inmunización (EPI), todavía hay 30 millones de niños en países pobres que no han sido completamente inmunizados; además, la cobertura vacunal no solo se ha estancado en algunas regiones, sino que en otras incluso ha disminuido”.
Así, debe esperarse un mayor acceso a las vacunas en las regiones de Asia Sudoriental y África, cuyas tasas de cobertura de vacunación en 2013 se establecieron en, respectivamente, un 77% y un 75% –y por tanto, muy inferiores a las alcanzadas en la región del Pacífico Occidental y Europa y en la región de las Américas, del 96% y del 90%.
En este contexto, y desde su institución en el año 2000 para favorecer el acceso a las vacunas para la población infantil de los países en vías de desarrollo, la Alianza GAVI ha posibilitado que 500 millones de niños hayan podido ser inmunizados, lo que ha resultado en la evitación de más de 7 millones de muertes. Y como indica la Alianza, “esto es solo el principio, nuestro objetivo es incrementar este número y sumar 300 millones de niños adicionales entre 2016 y 2020, lo que conllevará la prevención de 5-6 millones de fallecimientos”.
Asimismo, el futuro inmediato de las vacunas también vendrá definido por la aparición de nuevas vacunas. Y no solo por las tradicionales vacunas preventivas, sino también por las novedosas vacunas ‘terapéuticas’.
Como explica el doctor Francisco Álvarez, “la mayoría de las vacunas que utilizamos en el momento actual son preventivas, es decir, tratan de actuar antes de que se produzca la infección o la enfermedad; las vacunas terapéuticas se utilizarían para curar la enfermedad ya producida». Estas últimas están en investigación para múltiples enfermedades como los cánceres en general, la enfermedad de Alzheimer, la esclerosis múltiple, etc.
Además, la comunidad científica internacional ya trabaja en la actualidad en el desarrollo de vacunas para otras enfermedades muy graves y potencialmente mortales como son, entre otras, el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), la malaria, determinados tipos de cáncer o el virus del ébola.
Como concluye el doctor Francisco Álvarez, “a día de hoy ya hay múltiples ensayos clínicos para producir nuevas vacunas frente a la malaria, enfermedad en la que la vacuna del médico español Fernando Alonso, si bien tiene una eficacia baja, puede salvar millones de vidas; o el VIH, en el que aunque hay estudios de múltiples líneas de investigación no parece cercana su consecución dado que se trata de un virus muy complicado; y asimismo, frente a ‘Staphylococcus aureus‘, ‘Helicobacter pylori’, el virus respiratorio sincitial (VRS), etc.”.